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Una última mirada a lo mental

Con este escrito se concluye la narrativa en torno al tema de lo mental, y, además, intento defender la postura de John Searle a partir de lo referido por el filósofo chileno Francisco Valera. A lo largo del texto de Searle se genera una serie de conflictos en torno a la problemática de la mente y lo computacional, exactamente con la cuestión de la semántica y la sintaxis, tal como se ha venido exponiendo a lo largo de la relatoría. En este sentido, el autor expone el siguiente interrogante que es fruto de la reformulación de otras preguntas planteadas, “¿puede un computador, tal como se ha definido, pensar? Es decir: ¿Es suficiente para, o constitutivo de, pensar el instanciar o llevar a cabo el programa correcto con los inputs y outputs correctos?” (Searle, J. 1984, p. 42) A lo cual el autor responde que no es posible que el computador genere procesos semánticos, ya que su función es meramente formal, es decir, el computador opera de manera sintáctica, de ahí que, no puede generar pensamientos. Esta postura tomada por el autor, a mi parecer, es conveniente incluso para la época en la cual se expone este argumento (1984) dado que avizora una realidad acertada para su época y, a la vez, dicho argumento se introduce en pleno siglo XXI, considerando que hoy en día tampoco se puede afirmar con certeza que las máquinas tengan procesos mentales ni mucho menos creencias. En este aspecto, lo único que tienen son procesos formales que han sido previamente configurados para que den una respuesta a una exigencia particular solicitada por el remitente, el ser humano, el cual sí puede realizar procesos mentales, tales como los semánticos y sintácticos. Para afirmar esto, que claramente se evidencia en la tesis propuesta por John Searle, me valgo de un texto publicado el 13 de junio del 2003 por el biólogo y filósofo chileno Francisco Javier Valera. Este autor publicó un texto denominado <<Autopoiesis y una Biología de la Intencionalidad>> que se plantea bajo una serie de presupuestos biológicos como lo es la Autopoiesis que es un término formulado por Valera, el cual sirve para <<designar la organización de un sistema vivo mínimo>>. En dicho texto, el autor hace una serie de referencias en torno a los contrastes que hay entre lo computacional y las redes neuronales propias del cerebro; esto lo hace con la intención de prevenir “al lector frente a la fuerza de muchos años de dominio del computacionalismo, y la consiguiente tendencia a identificar el yo cognitivo con algún programa informático o descripciones computacionales de alto nivel” (Varela J. 2003, p.10).


En este sentido, el autor chileno comienza a desarrollar su planteamiento en torno a la complejidad que posee un sistema biológicamente constituido. Pero él en este caso apunta a la complejidad neuronal que tiene el cerebro, dado que en este hay una actividad constante de las neuronas, las cuales a la vez son la fuente de actividad de las superficies censoras y motoras. Por lo tanto, es conveniente agregar que “[n]o hay nada en la subsiguiente descripción que sugiera que el cerebro opera como una computadora digital, con procesamiento de información de estado-a-estado; esta descripción tan popular para este tipo de sistemas simplemente no da en el clavo” (Ibíd. 8). Además, “[l]o que encontramos en los cerebros es un promiscuo remiendo de redes y sub-redes que no da lugar a ninguna evidencia en favor de una estructura de descomposición de arriba a abajo típica de los algoritmos informáticos” (Ibíd.10). Todo esto según el aporte de Francisco Valera, que como se pudo evidenciar es acorde, de cierto modo, al punto que resalta John Searle, a pesar de que el aporte del filósofo estadounidense fue hecho a mediados del siglo XX, sin embargo, esta postura sigue vigente en pleno siglo XXI, tal como se evidenció con el aporte de Valera. Cabe resaltar que según el autor chileno: “Las redes neuronales no pueden ser interpretadas como lenguaje máquina ni siquiera en los detalles más finos, ya que simplemente no hay transición entre semejantes átomos operacionales elementales con semántica y el nivel superior emergente” (Ibíd.10).


A lo que quiero llegar con todo esto es que las máquinas por sí solas no pueden llevar a cabo un trámite de información sin estar determinadas por un programa, el cual es previamente programado por unos especialistas en el ámbito. Así mismo, si nos fijamos en el sistema nervioso del hombre, nos daremos cuenta de que la lógica de este “es la de acoplar movimientos con una corriente de modulaciones sensoriales, de una forma circular. El resultado neto son correlaciones de percepción-acción [o sensomotoras] surgidas de y moduladas por un conjunto de neuronas entrelazadas, la red interneuronal” (Ibíd. 7); este proceso propio de un sistema biológico no puede ser replicado por un sistema computacional, quizás lo computacional pueda imitar a un sistema biológico, pero no llegaría a tener correlaciones de percepción-acción. Por lo tanto, se podría decir que una máquina no podría interpretar o interiorizar un estímulo externo, y de ese mismo estímulo producir una respuesta desde su libertad, dado que estas están determinadas por su sintaxis, es decir, por su forma o por sus programas. Es de añadir que existe una diferencia en la manera de entender lo cognitivo, pues según el autor chileno lo cognitivo es algo más orgánico, algo que está más vinculado al cuerpo biológicamente hablando. Esta relación de lo cognitivo y el cuerpo permite que el sistema orgánico se vincule con su entorno; en cambio, la IA entiende lo cognitivo como algo que permite el procesamiento de información. En definitiva, se puede agregar, que los sistemas computacionales no pueden llevar a cabo procesos semánticos, antes bien, están determinados a realizar procesos sintácticos; pues si la máquina tuviera la capacidad de generar procesos semánticos, tendría que asumir toda la complejidad que demanda la mente, y, por consiguiente, dejaría de ser una máquina para ser un sistema orgánico o autopoiético.



Bibliografía:

· Searle, J. “¿pueden los computadores pensar?” en: Mentes, Cerebros y Ciencia. Traducción de Luis Valdés, Ediciones Cátedra, S. A., Madrid España, 1984.

· Varela, F. Autopoiesis y una Biología de la Intencionalidad. Traducción: Xabier Barandiaran, 2003.


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