Lamentos
- Jefferson Andrey Bustos Prieto
- 27 sept 2023
- 2 Min. de lectura
¡Qué fácil se ama a esos hermanos que son míos! Por los recuerdos de niños y la fuerza de la misma sangre que corre por nuestras venas.
¡Qué fácil ha sido amar al tío que presenció mi crianza y me abrazó en los momentos en que me sentía solo y desamparado!
¡Qué fácil es amar a los amigos cercanos que me han tendido la mano cuando estuve a punto de caer al suelo!
¡Qué fácil es amar a aquella mujer que le dio importancia a mi existencia en medio de sus días y que resignificó mis segundos de soledad!
Pero ¡qué difícil ha sido amarte a ti, mujer que no conozco y seguramente no conoceré!
Mientras tu lloras la sangre de ese joven que no volvió a casa, la algarabía de las bacanales que formamos con mis amigos se apodera del vecindario.
Qué difícil amarte aunque te haya visto, pues mi afán de vestirme de toga y birrete para buscar el “éxito” no me ha permitido pensar en aquella corona que pusieron en la simbólica tumba del hijo desaparecido.
Mientras tu llanto desesperado retumba estridente en mis oídos, yo busco en los bolsillos los audífonos para abstraerme con las letras de la música contemporánea.
Mientras tu voz quebrantada y valiente pide verdad para que pare la matanza, yo hablo de paz con mis compañeros antes de gritarle “hijueputa” al vecino que no me quiere pagar la deuda.
Ayer le pedí al Señor Todopoderoso que ya no haya más guerra y odio, pues eso me duele. Más tarde, en mi casa, le aconsejé a mi primito que le casacara a los malparidos que se la montaban en el colegio.
¡Paz, paz! Necesitamos paz en este platanal, pues sufren muchos aquí. No más violencia en esta tierra, o solo la necesaria para vivir bien.
¡Que venga tu amor, oh Dios! Porque del mío solo para mí y los de mi rancho.
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