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La bruja II

Algo se mueve sobre mi antebrazo, son como unas uñas o garras que, suavemente, acarician mi piel. Todo se sume en oscuridad y siento un calor que me sofoca, una humedad se cierne a mi alrededor. Ahora empiezo a sentir que algo frío me tranquiliza esta horrible fiebre. Empiezo a abrir los ojos y todo se ilumina en la perspectiva de mi mirada. Lo primero que veo es un techo como de paja, de esos que caracterizan a las malocas indígenas. En esta misma perspectiva veo que un brazo delgado y de piel clara se extiende sobre mí poniéndome una especie de trapo que es el encargado de refrescar, de una manera casi placentera, mi frente que arde como la braza de un carbón. Ahora veo que en mi brazo hay una mano delgada y de uñas medianamente largas que me acarician tiernamente. Entonces sigo con la mirada aquel brazo como quien rastrea las huellas de algo y es allí donde vuelvo a sentir ese vacío en el que me siento perdido. Me encuentro con los ojos cafés de una mujer a quien, por el momento, no me es posible distinguirle el rostro porque su mirada me ha atrapado por entero. No sé por qué, aún no lo entiendo. Pero ella me mira con una compasión y tranquilidad que me dejan completamente desarmado de cualquier prejuicio que pudiese crearme en esta situación. Este encuentro de miradas y esta mezcolanza de sentimientos se tarda unos minutos más, todo es silencio a nuestro alrededor hasta que finalmente vuelvo a caer en un profundo sueño.


Mis ojos se vuelven a abrir, pero esta vez no siento fiebre, mi cuerpo está un poco mejor y ya no hay nadie a mi lado, pero sigo estando en el mismo lugar. No era un sueño. Entonces me siento en la cama en la que me encuentro recostado y moviendo mi cabeza de un lado para el otro, examino cuidadosamente el lugar. Es muy pequeño, solo hay una cama, un baúl que rebosa de libros, algunos cuadros con personas extrañas y un lavabo con un espejo justo sobre él. Cuando me pongo de pie, lo logro hacer con mucha dificultad porque las piernas me tiemblan y las siento débiles. Empiezo a dar algunos pasos en falso que hacen que trastabille en mi avance. Sin embargo, esto no me detiene y logro llegar hasta la entrada de aquella cabaña que tiene como puerta unas telas de color café que se abren hacia ambos lados. Al salir del lugar siento que una fuerte brisa golpea mi cara y mueve mi cabello hasta el punto de taparme los ojos. Miro hacia los lados y veo que dos árboles se encuentran, uno a cada lado, justo en frente de la puerta de la cabaña. Son medianos pero muy tupidos de ramas desde las cuales escucho cantar a algunos pájaros en lo más alto. Luego de contemplar esta bella imagen y escuchar el canto de las aves, me dispongo a continuar caminando hacia lo que parece ser una playa. Pongo mis pies descalzos en una arena húmeda y fina que se extiende por kilómetros de distancia. Frente a mí se ensancha un vasto mar que golpea sus olas contra algunas rocas y llega con su marea hasta mis pies.


Empiezo a percibir un olor extraño, como de algo que se quema. Entonces miro hacía todos los lados y advierto que una columna de humo asciende del interior de un bosquecillo que se encuentra a unos metros de donde estoy. Empiezo a caminar hacia allí para investigar qué produce tal humareda. Con el trayecto mis piernas van recobrando su fuerza poco a poco. Ahora me interno en el pequeño bosque y sigo los olores de lo que pareciese ser un incendio. Pero no, no es tal cosa. Me escondo detrás de una roca que hay justo antes de salir a un claro en medio del bosque. ¡Ya lo recuerdo! Es el mismo claro donde vi al grupo de mujeres conversando momentos antes que perdiera el conocimiento. Allí están otra vez: un grupo de mujeres conversando, pero esta vez alrededor de lo que parecía una olla gigante que hervía sobre una enorme fogata. Logro distinguir a una de ellas, pues lleva una marca extraña en el brazo derecho, era la misma mujer que me ponía el trapo húmedo cuando desperté la primera vez. Me pregunto qué estarán haciendo un grupo de mujeres reunidas en torno a una olla… ¡Claro! Ahora entiendo todo. ¡Son las brujas! Deben estar preparando algún embrujo, ellas son a quien todos los aldeanos temen. Y la de la marca en el brazo debe ser su líder, pues les habla con propiedad y autoridad. Me imaginaba que las brujas era mujeres ancianas, horribles, de vestido oscuro y de voz chillona; aquí encuentro todo lo contrario: son mujeres jóvenes, muy bellas, ríen constantemente y visten colores vivos y resplandecientes. ¡Qué contrariedad!


A pesar de lo bello que pueda parecer todo ello, un miedo a lo inesperado hace que intente irme, que intente huir de aquel lugar. Pero cuando empiezo a retroceder lentamente, la mirada de aquella mujer de la marca en el brazo me fulmina de repente y escucho un grito “¡Quédate, no te vayas aún!” De inmediato mi cuerpo queda paralizado por completo y solo puedo quedarme mirándola a los ojos como si con su mirada bastara para retenerme. No. No me retiene, pues siento que mi voluntad sigue intacta, no se ha doblegado ante nada. Soy yo el que en el fondo quiero estar allí y escrutar los misterios que se esconden detrás de estas mujeres. Sin darme cuenta estoy caminando ahora hacia ellas. Entonces todas las mujeres dan la vuelta y se me quedan mirando con una sonrisa dibujada en su rostro.


Una vez estoy junto a ellas, la mujer de la marca en el brazo se acerca hacia mí. Lleva puesto un largo vestido de color púrpura que baja desde sus hombros hasta los tobillos y sus pies están descalzos. Cuando se pone frente a mí, noto que su estatura es bastante inferior a la mía, pero con su mirada soy yo el que me siento pequeño e indefenso. De repente me habla con una voz suave que me deja todavía más desarmado, pues esperaba que fuese una voz chillona y desafiante. “Eres bienvenido, forastero. Estamos alegres de tenerte con nosotras. ¿De dónde vienes?” No sé cómo responder de mi pasado, de todas las travesías, de esa luz que me sacó de la oscuridad del Hades. Simplemente digo lo que me sale primero: “Vengo de muy lejos, mis señoras. No conozco a nadie en estas tierras. Algo me ha guiado desde el basto bosque hasta aquí, ante ustedes. Pero antes fui echado de una aldea muy cercana donde me tildaron de endemoniado por haber creído ver una luz extraña”. Una vez digo esto, veo que las mujeres se ríen y entiendo que han creído la historia. Entonces le pregunto a la mujer de la marca en el brazo: “¿Mi señora, es usted la bruja de la que hablan los aldeanos? ¿Me harán daño?” No sé por qué rayos lo dije, pero ahora ya no hay cómo borrar las palabras. Sin embargo, la mujer me responde con un tono un poco fuerte, pero sin matiz amenazante: “Sí, soy la bruja. O mejor, somos las brujas. Así nos han llamado a algunas mujeres que nos hemos cansado de depender de los hombres para poder tener tierras, para poder comer, para poder soñar. Simplemente pedimos al clérigo y jefe de la aldea que nos permitiera tener tierras para cultivar y dar de comer a los ancianos y niños abandonados de la aldea, pero él dijo que no iba a permitir tal ofensa contra su autoridad y la de su institución. Entonces decidieron desterrarnos para que no pervirtiéramos a las niñas que estaban creciendo a nuestro lado. Nos arrebataron todo lo que teníamos y nos aislaron de nuestras propias familias. Pero decidimos traer con nosotras a esos niños y ancianos que quedarían más desamparados si nosotras no estábamos allí. Por eso aquí preparamos los alimentos para todos y todas”. Cuando se giró para señalarme la olla, advertí que en su espalda estaba la figura de un ave colorida justo detrás de su hombro izquierdo. Pero no me detuve mucho tiempo a contemplar esto, pues empecé a reflexionar sobre lo que me había dicho la mujer. Todo el tiempo estuve convencido de que las brujas hacían magia oscura y asesinaban niños, pero ahora veo que no es más que un mito. Estas mujeres son brujas por protestar contra su tradición; han sido desterradas por luchar por otros. Nuevamente ¡qué contrariedad! Y la olla… no es para ningún brebaje malévolo, está llena de comida para los desamparados de su aldea. Pero ahora ¿Qué papel puedo jugar yo en todo esto? Pues no quiero huir ahora, no puedo hacerlo después de lo que he escuchado.


CONTINUARÁ….

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