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El Pereira demostró que el fútbol se juega con ganas

El pasado miércoles 29 de noviembre se definieron los dos equipos que disputarán la estrella de navidad del fútbol profesional colombiano. Por un lado, llega el Deportivo Independiente Medellín que logró sacarle un punto de ventaja al segundo (Águilas Doradas); mientras que, por el otro lado, está un Deportivo Pereira que finalizó su recorrido por el octagonal con una participación óptima. Esta final, en la que los dos equipos no eran los favoritos para disputar el título de la competición nacional, sobresale a pesar de la poca visibilidad que ha tenido el cierre de la liga, frente al mundial de Qatar, el cual se lleva toda la atención. Sin embargo, no es lo único en lo que quisiera hacer énfasis. La llegada de estos dos equipos a la final – especialmente la del Pereira - es un batacazo fuerte a los clubes que históricamente se han conocido como los “grandes” o “poderosos”.


Este batacazo del que hablo es un mensaje contundente a aquellos clubes que, en esta y otras temporadas, ostentan un poderío económico que les permite conformar plantillas sólidas y, supuestamente, apropiadas para disputar un título. Así mismo, es un mensaje para los equipos que durante el semestre fueron favoritos a ganar el título, se confiaron de un supuesto alto nivel deportivo y terminaron por ser la decepción de la temporada.


Un equipo como el Deportivo Pereira, que está en construcción, con una de las hinchadas menos nutrida en número, con un proceso arrancando, dio un claro mensaje al fútbol nacional: demostró que hay otra forma de jugar distinta a la de caminar en la cancha, esperando a que el nombre del equipo gane los balones y anote los goles. “La furia matecaña” mostró que con disciplina, entrega y convencimiento se puede jugar a un fútbol distinto en este país. Un fútbol que, en Colombia, lleva un buen tiempo sumido, no únicamente en la crisis de corrupción de sus instituciones, sino también en una crisis deportiva.


El hito del Pereira, además de dejar una lección de ganas y buen fútbol, vuelve a dejar en evidencia que la idea de juego y el nivel competitivo de los equipos colombianos ha llegado a niveles pedestres. Basta con echar un vistazo al rendimiento de los mismos en los certámenes internacionales. Esto puede ser una razón de peso para que las entidades pertinentes empiecen a intervenir sobre el bajísimo nivel de competición con el que se juega tanto la liga nacional como los encuentros internacionales. Sin embargo, como la experiencia lo ha mostrado, a estas entidades poco les importa el nivel deportivo.


Además, me atrevo a decir, el conjunto matecaña saca a la luz que, aunque en el país se haya doblegado el interés deportivo ante el económico, aún se puede salvar el deporte buscando un sentido de competitividad y una mejor forma de juego que permita realzar el nivel de la competencia futbolística. Y justo en esto, el fútbol femenino ha dado lecciones contundentes al masculino. El rendimiento y logros del deporte femenino ha sido merecedor de ser resaltado: equipos que llegan a finales de Copa Libertadores, selecciones que disputan finales de mundiales. ¡Pero claro! El fútbol femenino no tiene el mismo marketing o poder económico como el masculino, que es lo que interesa a los grandes dirigentes del deporte en Colombia.


Así las cosas, lo que el Pereira demostró al deporte nacional, fue que sí se puede jugar al fútbol de una forma distinta: se puede correr con el balón y dejar la piel en la cancha a pesar de no tener el escudo de uno de los llamados “grandes” equipos. Pero también dieron una lección a la industria deportiva: que no siempre se disputan los títulos con las plantillas más caras que se puedan conformar; se necesita algo más, ganas y buen fútbol.

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