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El Cóndor

El cóndor soberano es un ave mítica, imponente, majestuosa. Su belleza lo hizo erguirse sobre el escudo de varios países bolivarianos y gobierna los cielos de los Andes sin ningún posible contrincante. Hacia las montañas más grandes se dirige cada día para reposar y cuando se ve atraído por el olor de su comida baja a los suelos de nuestros pueblos. ¡Oh, cuánto nos hace falta por aprender de nuestro soberano!


El Cóndor andino huele la carroña a pesar de estar en alturas donde el viento llega cansado. También puede estar atento a los peligros en medio del silencio que reina en las montañas de Nuestra América. Con todas esas cosas ¿qué podríamos hacer? Seguramente los primero que se nos ocurre es crear un comic bien latino sobre Super cóndor o algo así. Pero no, las cosas son más cotidianas de lo que parecen.


Lo que en realidad nos puede enseñar el rey de los Andes es a sentir, oír y oler lo que sucede a nuestro alrededor. Como anteriormente lo mencionaba, el Cóndor percibe de manera maravillosa el olor que deja la muerte y nosotros la vemos a diario pasar a nuestro lado y nada, somos indiferentes. Si bien a nosotros no nos atrae la carroña por ser nuestro alimento, si nos debe llamar la atención todas las acciones violentas que suceden en nuestro país. Si nuestro super poder fuera el del Cóndor y pudiéramos oler la violencia, colapsaríamos. En qué lugar escaparíamos de la multiforme violencia de nuestro país.


Por otro lado se dice que en la altura donde planea esta ave el silencio es enorme. Pues así es, el silencio que se encuentra en las alturas es comparable con el que queda luego de que se ejerce la barbarie. Y en medio de este silencio se encuentran los latidos vacilantes de los corazones heridos por la guerra. Esos latidos son escuchados por el ave majestuosa.


El hedor y el silencio. Dos elementos que para muchos no son agradables en un mundo tan perfumado y con ruidos llamativos. Aquí las aves sabias de otros continentes no pueden llegar, la altura es mucho para ellas y el olor es muy penetrante para sus delicadas fosas nasales. La nuestra es un ave fuerte y enorme como debe ser nuestro pensamiento. Grande como las preguntas que debemos formularnos ¿Hacia dónde vamos a llevar nuestras reflexiones? ¿Alejaremos la vista de aquellos que necesitan nuestra atención?


Dejemos que nuestra mente vuele con el Cóndor. Que se vaya a dar una vuelta por la altura y pueda ver todo lo que sucede, pero que baje también a sentir la carne que sufre.


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