Padres ausentes, escoria social
- Marlon David Rojas
- 22 ene 2023
- 5 Min. de lectura
Nota marginal: los nombres que se mencionan a continuación son ficticios y la situación no corresponde a la realidad.
Diana es una joven de 17 años que, dentro de poco, formará parte de la ciudadanía colombiana. Es una joven que, como muchos jóvenes en este país tienen la esperanza de llevar a cabo sus metas y objetivos de vida: quiere comerse el mundo, y éste espera por ella, seguramente. Ya ha culminado sus estudios de bachillerato y está a la espera de iniciar sus estudios de educación superior en alguna de las universidades de la ciudad de Cali. Además de eso, hace algún tiempo viene desarrollando sesiones de formación en modelaje, éste último ha sido uno de sus grandes sueños. Sueña con ser una modelo, pero al mismo tiempo una profesional con una base teórica marcada. Diana es una joven como muchas y muchos que sueñan y quieren llevar a cabo los mismos. Sin embargo, dentro de la historia de ella podemos encontrar una mancha gris, que en muchas ocasiones le causa dolor, sufrimiento y penumbra: la ausencia de su padre.
El padre de Diana se llama Aníbal. Un joven adulto que se dedica al mantenimiento eléctrico de las mejores discotecas de la ciudad, por lo cual, su remuneración no es la de un ciudadano del común, sino que va mucho más allá. Dado de que por ley estos centros recreativos deben continuamente ejercer un mantenimiento preventivo en sus redes eléctricas, Aníbal constantemente cuenta con su trabajo. Empero, resultará la pregunta: ¿en qué consiste la ausencia de Aníbal? Para ello se hace menester trasladarnos a la época en que Diana tenía nueve años. Para ese tiempo Diana vivía junto a Aníbal y su madre, Verónica. Todo, aparentemente iba de maravilla. Aunque no tenían muchos lujos, vivían de la mejor manera en uno de los barrios populares de Cali. Pero como decía, todo esto era aparente. Pues en la vida de Aníbal existía una mujer más, otra que se estaba empezando a llevar lo que era para Diana y Verónica; su nombre es Ángeles, la cual, lastimosamente, no le dio honor a su nombre. Poco a poco las condiciones de vida de Diana y Verónica se fueron deteriorando. Las relaciones familiares destruyendo. La vida se les empezaba a volver un infierno, aunque hubiera un “ángel” de por medio. En cierta ocasión, Verónica se enteró de lo que estaba sucediendo. Se dirigió hasta donde Ángeles y dialogó con ella. Verónica le informó de que Aníbal y ella llevaban ya una relación de un poco más de nueve años y que, además, había una niña en la mitad. Ángeles se hizo la que no sabía de qué estaba hablando, y con un cinismo sinigual, decidió terminar la conversación. Lo álgido de esto radica en que unos meses después, siguiendo con una relación clandestina durante todo este tiempo, Aníbal y Ángeles se marcharon a vivir juntos, dejando a Diana y Verónica totalmente abandonadas y desprotegidas. Allí empezó el sufrimiento y la ausencia.
Los años fueron pasando, Diana fue creciendo, y aunque había sufrimiento, fue capaz de seguir, a pesar de todo. Sin embargo, la ausencia estaba ahí. ¿Qué puede pensar un niño, un joven, si su padre o su madre lo abandona por irse con alguien más? Ciertamente, Aníbal siguió en contacto con su hija, pero pareciera que éste fuera más por protocolo. Aníbal se ufana de decir que está cumpliendo con su responsabilidad como padre, pues da trescientos mil pesos mensuales para la manutención de su primogénita. Díganme, con toda sinceridad, ¿quién en este platanal vive con esa suma de dinero durante un mes? Claro está que Aníbal con Ángeles conformaron un hogar, incluso dieron a luz a una nueva criatura que no tiene ninguna responsabilidad o culpa dentro de esta historia, pero que para este “nuevo hogar” sí existen todas las posibilidades y gustos que se puede dar alguien que recibe un buen salario. Pero que, al referirse a su primera hija, afirma que debe vivir más “económicamente”. De ahí me surge la pregunta: ¿insinúa que Diana no tiene el derecho a vivir de la mejor manera y que, por el contrario, debe contentarse con la miseria que le da? Mas, esto para mí no es lo más indignante de esta situación. Ya he mencionado que Diana está pronta a iniciar sus estudios universitarios y que está llevando a cabo un curso en una agencia de modelaje, y Aníbal demanda que Verónica deba pagar la mitad de todo ello. Cualquiera podría decirme: ¿qué tiene de malo en esto? Lo maluco de esto, a mi parecer, consiste en que Verónica no se encuentra laborando, y que vive del sustento que le da el padre de su segunda hija. Gracias a Stewart, Verónica y Diana viven en excelentes condiciones, y Diana puede tener gustos que su padre biológico “no es capaz de ofrecerle”. Frente a esta situación, Verónica decide pedirle a Aníbal, también, la mitad de la manutención de su hija, y no los solos trescientos mil miserables pesos que le da mensualmente; a lo cual, responde con cinismo: no daré más de lo que estoy dando, ustedes verán como se defienden. A lo que, Verónica decide dejar las cosas así, y Stewart indica que la mitad de la carrera universitaria correrá por cuenta de él: y eso que no es el papá.
En relación a esta triste historia que vive Diana con el que se hace llamar su padre, me pregunto: ¿qué tan miserable se debe ser en la vida para dejar abandonado a un hijo? ¿Qué pasa por la mente de alguien que no se preocupa en lo más mínimo de lo que ocurre con la criatura que salió de su ser y sus entrañas? Seguramente Aníbal no piensa en el dolor o el sufrimiento que le ha causado a Diana. No es consciente de la desesperación en la que entra al verse en una encrucijada que ella no puede solucionar. Aníbal no ve el deseo que tiene su hija de contar con un verdadero padre: que la escuche, que la acompañe, que esté con ella, que le dé su apoyo… Aníbal se muestra impávido frente a la realidad de su hija, es como una escoria que se encuentra en el piso frío, y que su existencia no radica sino en no hacer un sieso.
Así como Diana, cientos de niños y jóvenes sufren el abandono y la ausencia de sus progenitores. Sólo basta ver los informes del ICBF y encontrarse con la triste realidad de que muchos han sido abandonados, otros maltratados, y en el peor de los casos, asesinados por aquellos que le han dado la vida. Lamentablemente en el país del Sagrado Corazón el sufrimiento de los niños, niñas y jóvenes es constante y no cesa. No llega a un punto de quiebre. Eso, sumado a las constantes explotaciones laborales y sexuales a las cuales se encuentran sometidos muchos, y que la sociedad pretende ignorar.
A esos padres y madres ausentes, que abandonan a sus hijos “a la de Dios”, les digo: ustedes tienen huevo. Ustedes no merecen que sus hijos les digan: “papá”, “mamá”. Ustedes no merecen tener el amor de esos seres tan hermosos que han recibido, porque lo más triste del caso, es que los niños, niñas y jóvenes siguen cargándole amor a esos canallas que se atreven a abandonarlos, porque como dice Poncho Zuleta en una de sus canciones “la sangre llama”.
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