Frankenstein, el crítico del sistema educativo
- Robinson Stiven Pava Poloche
- 11 dic 2022
- 2 Min. de lectura
El libro Frankenstein educador de Phillipe Meirieu presenta los peligros del mito de la educación como fabricación. Así pues, “la educación no es trabajar al sujeto educado como una “cosa” de la que podría decirse, antes de empezar a educarla, qué debe ser y de qué modo exacto podrá verificarse si se corresponde con lo proyectado” (1998, p. 20). Es decir, la educación no es una ciencia positiva, ya que no trabaja con objetos, sino con seres humanos. En efecto, la educación siempre debe tener en cuenta la ontología de cada persona. La ontología no es algo quimérico, más bien, es la capacidad de redescubrir o volver a la fuente de toda ontología y antropología, esto es, el ser humano.
Ahora bien, “la praxis se propone obrar con actores, con sujetos singulares que se comprometen y se encuentran en base a su no dominio del sentido y de la imprevisibilidad de lo que puede derivar de su compromiso y su encuentro” (1998, p. 16). Ayudar a encontrar el sentido es una tarea fundamental del docente. No es encontrar el sentido de sus estudiantes, más bien, es guiarlos para que ellos mismo encuentren el sentido de su existencia y su formación. Por eso, no hay que confundir educación con fabricación. En otras palabras, el alumno es un sujeto, sobre el cual no podemos ejercer un dominio total sin quitarle su característica esencial que es la libertad. En definitiva, la función docente es permitirle construirse a sí mismo como sujeto del mundo que habita.
En este sentido, el destino de Marly Shelley, joven de 19 años, fue excepcional. En el caso de la educación, los estudiantes tienen el derecho a un destino excepcional en el sentido en que realicen aquello que los haga plenos. La plenitud no es un desdén deliberativo, más bien, es una realización fenomenológica, es decir, un redescubrimiento del sentido de la vida.
Por otro lado, el clima intelectual y político de la época de Mary (1797) contribuyó muchísimo para la formación de aquella joven inquieta que se enfrentó a una sociedad inglesa antifrancesa y antirrevolucionaria. Colombia, en algunos casos, debido a su sistema político, económico y cultural, está muy lejos de crear un clima intelectual y político auténtico para la formación de los estudiantes. La falta de educación significativa, la inconmensurable corrupción, entre muchos otros flagelos que empobrecen a los habitantes de este país. Ahora los estudiantes se encuentran en una sociedad, en algunos casos, antivenezolana, antiheterogénea y antidemocrática. ¿Qué solución puede haber?
Para Frankenstein debe ocurrir una revolución copernicana en pedagogía. Esta revolución traslada al estudiante al centro del sistema educativo. De modo que la finalidad de la empresa educativa es acompañar a aquel que llega al mundo, introduciéndolo a los conocimientos del mundo. El sistema educativo debe renunciar a fabricar un ser que cumpla con nuestras exigencias, subordinado a una decisión y sin libertad.
Bibliografía
- Meirieu, P. Frankenstein educador. Editorial: Laertes. Barcelona. 1998.
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